Covisa Calleja, Valentín


VALENTÍN COVISA CALLEJA

Arcipreste de la S.I.C.P. de Toledo y Superintendente de la Vida Religiosa
Nació en la provincia de Toledo, en el pueblo de Las Ventas con Peña Aguilera, el 14 de febrero de 1867. Se ordenó sacerdote el 15 de junio de 1889. Pío operario del Seminario de Toledo, tras su ordenación. Ejerció primero de ecónomo (1892) y después de párroco de Mejorada (Toledo). Marchó a la diócesis de Tuy donde ejerció: de secretario de Cámara del Obispado desde 1894; canónigo de la Catedral en 1899 y fiscal eclesiástico en 1900. En 1916, pasa a la Archidiócesis de Valencia como secretario de Cámara y en la Catedral, como canónigo con la dignidad de Chantre. Finalmente, en 1920, regresó a la su diócesis donde ejerce los cargos de canónigo, con la dignidad de arcipreste en la Catedral de Toledo. También era superintendente general de las religiosas y, finalmente, era el Administrador del Erario Diocesano. En 1926, cuando se celebre en Toledo el III Congreso Eucarístico Nacional, el Cardenal Primado, Monseñor Enrique Reig nombrará a don Valentín Covisa, Presidente de la Junta Organizadora. Los periódicos del momento ensalzan el papel de los organizadores: “pocas propagandas se habrán hecho con más intensidad y mejor ordenadas que las de este Congreso; todo está previsto, aun los más mínimos detalles…” (El Noticiero Extremeño, Badajoz septiembre de 1926).

El Siervo de Dios además preside a su vez la Comisión de Procesión. Se trataba del acto central del domingo 24 de octubre que consistiría en una grandiosa procesión con el Santísimo Sacramento, en la Custodia de Arfe, cuya carrera recorrería el tramo comprendido desde la Catedral hasta la Vega Baja, donde el Cardenal Reig haría la consagración de España al Corazón de Jesús. Los titulares de “El Castellano” del 25 de octubre de 1926 decían: “Grandioso final del Congreso. Dos mil adoradores y más de doce mil fieles hacen su guardia de honor. La procesión, desfile magnífico del Ejército de la fe”. Otra jornada gloriosa. La beatificación por vía de culto, es decir, por haber recibido culto más de cien años, se logra bajo el pontificado de S. S. Pío XI, el 28 de julio de 1926. Con gran gozo recibieron las hermanas el Decreto de Beatificación. El beato Joaquín de la Madrid bendijo solemnemente el 4 de mayo de 1927 la imagen de la Beata y al día siguiente, el Siervo de Dios Valentín Covisa presidió la primera fiesta de la Beata Beatriz de Silva. En febrero de 1931 es nombrado director espiritual de la Adoración Nocturna diocesana.

Meses después, el 3 de octubre de 1931, el diario ABC informa que tras la expulsión del Cardenal Pedro Segura de España y de su renuncia a la sede toledana, don Valentín ejerciendo el cargo de gobernador eclesiástico (sede vacante) se dirige a los sacerdotes para enviarles copia de la carta que el Sr. Nuncio dirige al Deán de la SICP, el Beato José Polo, y confirmando a los sacerdotes en los cargos, licencias ministeriales, etc… Las crónicas del 6 de octubre, tras informar de la elección de don Feliciano Rocha Pizarro, obispo de Aretusa, como Vicario del Arzobispado en sede vacante, colocan a don Valentín Covisa dirigiéndose al domicilio del que había sido hasta el conflicto Obispo auxiliar de Toledo. Así tras informarle de la elección, Monseñor Rocha fue acompañado por los canónigos hasta la sala capitular de la Catedral de Toledo, donde juró su cargo hasta que fuese nombrado el 12 de abril de 1933 el nuevo arzobispo: Isidro Gomá. Una última nota martirial: junto al Siervo de Dios Valentín Covisa que anuncia al Obispo Rocha que debe ocupar la sede vacante lo acompañan los canónigos Ildefonso Montero y Rafael Martínez Vega. Los tres están incluidos en las listas martiriales de la persecución que la Iglesia sufrió años después en Toledo.

Cuando estalla la persecución religiosa en julio de 1936 don Valentín Covisa ha permanecido en su casa, con el traje talar, haciendo la vida ordinaria. Es hombre serio y de reconocida piedad. No ha querido ocultarse, pero lleva sin salir de su domicilio desde el día 22, sumido en la oración y previendo su final. A las seis de la tarde del 31 de julio los milicianos se presentan para registrar su casa despojándole de sus ahorros. Hacen salir al sacerdote y a su familia para realizar un minucioso registro y diferentes incautaciones. Como ejerce el cargo de administrador estos desalmados piensan que van a encontrar mucho más; así que le obligan a que les entregue todo el dinero.

-¿Y ahora de qué viviré?, les pregunta el sacerdote. -No te preocupes, le responde uno de ellos. Te llevamos al Comité y allí te lo arreglan todo.

Sale con los milicianos vestido de sotana, aunque con zapatillas y va conversando con ellos, cuando observa que todo es un engaño y que se dirigen hacia el Paseo del Tránsito de Toledo. Mas cuando pregunta por qué, no obtiene respuesta; la recibe minutos más tarde a través de la descarga de fusilería. Cae acribillado y su cuerpo queda tendido en la calle. En el altar mayor del convento de la Encarnación de las Madres Carmelitas Descalzas de Cuerva (Toledo) reposan sus restos.