Corral Reig, Enrique
ENRIQUE CORRAL REIG
Párroco de Urda
Natural de Los Navalmorales (Toledo). Nació el 5 de enero de 1866. Ordenándose sacerdote el 21 de diciembre de 1889. Celebró su primera misa el 5 de enero de 1890. Don Enrique trabajó en las parroquias de Los Yébenes, en la ciudad de Toledo y en Huerta de Valdecarábanos. Llegó a Urda a primeros de julio de 1907: el primer bautizo en Urda data del 8 de julio de 1907... la última partida de bautismo la firma el día 14 de junio de 1936.
A los pocos días de estallar la guerra civil, el día 25 de julio fiesta de Santiago Apóstol, le encarcelaron dejándole libre a los 4 ó 5 días. Volvieron a encarcelarlo más tarde, para nuevamente ponerlo en libertad. En la cárcel había sido torturado. Por tercera vez lo encarcelaron, sometiéndole a un terrible martirio. En 1993 Don Santiago Fuentes Soto en la revista de la "Real Cofradía Vera-Cruz de Urda" escribía:
Es sorprendente cómo un hombre tan querido y amado por todos, cariñoso, caritativo, hecho amor, fuese tan salvajemente martirizado. No hay palabras para transcribir los sufrimientos que su sobrina Concepción Corral nos cuenta.
Como acabamos de reseñar: "Dice que fue sacado de su casa varias veces; que le pasearon por el pueblo en trágica caravana, y una turba de desalmados se ensañaba con él por medio de toda clase de atropellos, palabras soeces e improperios. Y después de este recorrido ultrajante lo devolvían a su casa para allí reanudar una nueva tormenta de tropelías". "Volvieron durante varios días y lo hicieron con nuevos insultos y paseos por el pueblo haciendo auténticas barbaridades sobre él. El atrevimiento fue tal que hasta le amputaron las dos orejas, ¡pidiéndole que se realizase el milagro de volverlas a juntar! Y el bendito suelo de este pueblo, que tantas veces había sido santificado por la presencia del Cristo de Urda, era profanado con la sangre de su querido Párroco". "Aun pensaron que le humillarían más al provocarle la castración y así lo dejaron en su casa, a punto de morir, en estado agónico y perdiendo mucha sangre. Su sobrina y dos señoras que les atendían le procuraron que muriese dignamente". "Durante tres semanas las visitas de los milicianos no cesaban. Pensaban que en la casa se guardaban armas y amenazaban a su sobrina con maniatarla y meterla así en el pozo para que las sacase". Finalmente el sábado 5 de septiembre la Virgen se lo llevó a su lado. El sacerdote Don Eduardo Álvarez, natural de Urda y que durante muchos años fue Sacristán Mayor de la Catedral de Toledo, contó en muchas ocasiones que él también presenció el paso del Siervo de Dios de la cárcel a su casa. Iba, como lo han descrito mis paisanos, derramando sangre, derrumbado, cargando sobre sus espaldas el peso de toda clase de atropellos y barbaridades. Bien seguro que tenemos un gran intercesor en el cielo.
A los pocos días de estallar la guerra civil, el día 25 de julio fiesta de Santiago Apóstol, le encarcelaron dejándole libre a los 4 ó 5 días. Volvieron a encarcelarlo más tarde, para nuevamente ponerlo en libertad. En la cárcel había sido torturado. Por tercera vez lo encarcelaron, sometiéndole a un terrible martirio. En 1993 Don Santiago Fuentes Soto en la revista de la "Real Cofradía Vera-Cruz de Urda" escribía:
Es sorprendente cómo un hombre tan querido y amado por todos, cariñoso, caritativo, hecho amor, fuese tan salvajemente martirizado. No hay palabras para transcribir los sufrimientos que su sobrina Concepción Corral nos cuenta.
Como acabamos de reseñar: "Dice que fue sacado de su casa varias veces; que le pasearon por el pueblo en trágica caravana, y una turba de desalmados se ensañaba con él por medio de toda clase de atropellos, palabras soeces e improperios. Y después de este recorrido ultrajante lo devolvían a su casa para allí reanudar una nueva tormenta de tropelías". "Volvieron durante varios días y lo hicieron con nuevos insultos y paseos por el pueblo haciendo auténticas barbaridades sobre él. El atrevimiento fue tal que hasta le amputaron las dos orejas, ¡pidiéndole que se realizase el milagro de volverlas a juntar! Y el bendito suelo de este pueblo, que tantas veces había sido santificado por la presencia del Cristo de Urda, era profanado con la sangre de su querido Párroco". "Aun pensaron que le humillarían más al provocarle la castración y así lo dejaron en su casa, a punto de morir, en estado agónico y perdiendo mucha sangre. Su sobrina y dos señoras que les atendían le procuraron que muriese dignamente". "Durante tres semanas las visitas de los milicianos no cesaban. Pensaban que en la casa se guardaban armas y amenazaban a su sobrina con maniatarla y meterla así en el pozo para que las sacase". Finalmente el sábado 5 de septiembre la Virgen se lo llevó a su lado. El sacerdote Don Eduardo Álvarez, natural de Urda y que durante muchos años fue Sacristán Mayor de la Catedral de Toledo, contó en muchas ocasiones que él también presenció el paso del Siervo de Dios de la cárcel a su casa. Iba, como lo han descrito mis paisanos, derramando sangre, derrumbado, cargando sobre sus espaldas el peso de toda clase de atropellos y barbaridades. Bien seguro que tenemos un gran intercesor en el cielo.