Cantero Roncero, Fausto


FAUSTO CANTERO RONCERO

Beneficiado de la Santa Iglesia Catedral Primada de Toledo
Nació en Villasbuenas de Gata (Cáceres) el día 6 de septiembre de 1894, hoy fiesta litúrgica de Ntra. Sra. de Guadalupe, nuestra celestial Patrona y Reina de la Hispanidad. Desde niño manifestó su gran ingenio para hacer travesuras infantiles. Al ser sorprendido por su madre detrás de una puerta, comiéndose una libra de chocolate, y con los labios manchados, se justificó diciendo que estaba pintándose el bigote. Escondido bajo una camilla con faldas y una cestita de dulces que devoraba, dijo que estaba aprendiendo a sumar. No había cerradura de alacena que se resistiese a sus habilidades con la simple ayuda de una navaja. Con avidez buscaba los nidos. Alguna vez, con peligro de su vida, trepaba llegado a los aleros de los tejados. Con una lupa quemaba la nariz a los niños y tirándoles de las orejas, los levantaba del suelo. Les contaba relatos fantásticos por él inventados, mientras le escuchaban sin pestañear. Se hizo una gran caricaturista pintando y bordando figuras de estampas y de cromos.

Cuando al correr de los años, cayó en sus manos el libro de las Confesiones de San Agustín, se aplicó la inmortal frase del genio de Tagaste, que dice: “Tantillus puer et tantus peccator”. “Así era yo”, comentaba.

Su madre fue una gran educadora que supo corregirle y enseñarle con maestría y eficacia. Lo llevó a la parroquia para ser monaguillo, donde ejerció perfecta y piadosamente los servicios. También le inculcó hondamente un tierno cariño a la Madre del Cielo, a la que rendía devotísimo culto. Sus grandes amores fueron la madre terrena y la Madre del Cielo. En el otoño de 1908, ingresó como seminarista, donde estudió cuatro cursos de latín y Humanidades, tres de Filosofía y cuatro de Teología. Los seis primeros años residía en casas particulares y los restantes formaban la comunidad del Seminario como internos.

El estudiante Fausto, una vez ingresado en el Seminario para cursar la última etapa de la carrera eclesiástica, no perdió sus famosas costumbres, su carácter y su estilo. Fue el organizador de veladas y festejos que se celebraban para solemnizar cualquier fiesta. Era buen versificador, insuperable tramoyista, dibujante esmerado, músico exquisito. Alguien comentó que había equivocado su camino, porque en un escenario hubiera triunfado. Entre sus papeles se encontraron retazos de composiciones literarias. Y muchos años después, en Toledo, presentó algunos números para la “Semana pro Seminario” allí celebrada. Se hizo famosa la velada del año 1917 en honor de la Inmaculada, que era la Patrona del Seminario. La segunda década del siglo XX fue de triunfos literarios para D. Fausto, alcanzando premios nacionales como el de “Ora et Labora”, en 1914.

Llegaron las órdenes a finales de 1918: el primer domingo de Adviento, recibió en Coria, el diaconado. Y luego, en el domingo llamado de las Témporas de Santo Tomás, recibió el Presbiterado. Villasbuenas celebró con el máximo esplendor la primera Misa de D. Fausto, el día 27 de diciembre. La estampa recordatorio de tan santa ceremonia sacramental, presenta a Jesús recostado sobre una roca en Getsemaní y en sus manos el cáliz de sus amarguras. Para D. Fausto, sin saberlo, símbolos de la corona del martirio que arrancaría su alma de este valle para volar al cielo.

En enero de 1919 recibió el nombramiento de coadjutor de la parroquia de Cilleros. No tardó en ser trasladado a Santa María de Brozas con el mismo cargo y como capellán de las Carmelitas Terciarias. En Brozas volcó todo su entusiasmo apostólico y juvenil con un celo desbordante. Se ganó el afecto de los fieles. Vivió momentos de gran emoción espiritual. En 1920 fue nombrado capellán de las Madres Carmelitas de Cáceres y del Colegio de Santa Cecilia.

Nueve años al lado del Cardenal Segura. Pero su futuro estaba forjándose poco a poco. El Obispo de Cáceres, Monseñor Peris Mencheta, falleció en enero de 1919, al mes siguiente de la ordenación de D. Fausto. Le sustituiría Monseñor Pedro Segura y Sáez, que venía de ser auxiliar en la diócesis de Valladolid. Tras una visita protocolaria el Obispo recibió una extraordinaria impresión de D. Fausto, que enseguida lo llamaría para hacerlo su capellán.

Afirma Don Teodoro Sánchez “que ser paje, capellán y secretario del Dr. Segura, hombre celoso y dinámico, fue algo verdaderamente duro y sacrificado. Fue un prelado madrugador, se levantaba a las cinco, rezaba y celebraba la misa. Luego comenzaba su fecundo trabajo de escribir cartas, pláticas, pastorales, etc. Todo esto con la colaboración de D. Fausto, única persona íntima e inseparable, sacrificada y fiel. A veces se levantaba a las cuatro para estar libre cuando el Sr. Obispo se levantaba. Tan menguado era el tiempo que daban al sueño que, alguna vez, estando ayudando a la misa del Obispo, D. Fausto se dormía”.

Para las visitas pastorales, D. Fausto hacía de secretario; prácticamente no tenía vacaciones. Durante el curso académico 1921-1922, fue profesor del Seminario de 2º y 3º de latín, luego de Historia de España, religión e Historia Natural en Coria. El mismo año 1922 hizo su histórico viaje a las Urdes el rey D. Alfonso XIII. Se fundó la Adoración Nocturna en Coria y Brozas. En 1924 tuvo lugar la coronación canónica de la Virgen de la Montaña. Al siguiente año, la entronización del Corazón de Jesús en el Ayuntamiento de Cáceres, peregrinación a Roma con motivo del Año Santo.

En 1926, el Dr. Segura recibió el nombramiento de Arzobispo de Burgos. En Cáceres, también se hizo la erección del monumento al Corazón de Jesús, que hoy se alza en la Montaña junto al santuario de la Virgen, patrona de la ciudad. La entrada en Burgos tuvo lugar el 13 de febrero de 1927. D. Fausto le acompañó durante su breve estancia en Burgos y luego siguió con él a la sede toledana. Importante recuerdo para nosotros es la coronación de la imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe, el 12 de octubre de 1928, en la que trabajó incansablemente D. Fausto.

El 5 de diciembre de 1930 fue nombrado Beneficiado de la S.I.C.P. de Toledo y capellán del convento de Santa Clara, cesando como "familiar" de Segura. A los meses, el 14 de abril de 1931 se proclamó la República. "El horizonte - afirma el Canónigo Archivero de la S.I. Catedral de Cáceres, don Teodoro Fernández y Sánchez - se presentaba oscuro. D. Fausto presiente el trágico final. Las masas huyen de Dios, persiguen a Cristo y a su Iglesia. Él siente deseos de ser fiel y de aceptar la cruz. Las noticias de amargos sucesos, torturan su alma, aunque pide fuerza para aceptar todo lo que venga. Solo se abre espiritualmente a las almas piadosas. En sus cartas podemos leer que quería caminar por la senda de la virtud, ser santo".

Sabemos que recibió tres cartas amenazantes. En sus cartas más íntimas, D. Fausto manifiesta cierto pesimismo. Parece que esperaba la muerte inoportuna, pero con ánimo tranquilo. Lo que sí expresa es que su fin sería una inmolación, sería el martirio. Espigamos algunas frases de sus cartas:

"Anteayer seis (de septiembre de 1933) San Fausto, presbítero y mártir, comencé un año nuevo, el 38 de mi vida. Si lo termino, que sea para bien, y si no también. Mártir pudiera ser yo para seguir los pasos de mi Abogado…”

“No podemos merecer en el mundo mejor suerte que la de ser perseguidos y despreciados por amor a Jesucristo”

“¿Qué mayor dicha que la de que sintamos en nuestro corazón el temple de los leales a Jesucristo? ¿Y qué mayor gloria que la de que podamos presentar piel de mártires?”

"¿Mártires? Sí. ¿Por qué temerlo? No de palabras. ¡De verdad! aspiremos a merecer esta dicha con unan vida muy de Dios”.

En febrero de 1936 toda España se convirtió en un torrente de odios, rencores y desbordadas pasiones. Amenazas, agresiones, atracos, salvajismo atroz e incluso las primeras muertes de inocentes. En Toledo y en muchas ciudades hervía la furia marxista. Las hordas, más que personas, parecían fieras. D. Fausto pensaba que aquella situación anárquica era insostenible para España y, así llegó el mes de julio y la explosión de la guerra.

D. Fausto estaba pendiente de la radio en su despacho, donde se reunían algunos contertulios ávidos de tener buenas noticias. Pero, el 23 de julio, Madrid envió un gran contingente de milicianos para cercar y tomar Toledo. D. Fausto salió con intención de celebrar la misa y en el camino oyó los estampidos del cañón, las ametralladoras y el silbido de las balas de fusiles. Al llegar a San Julián, le advirtieron que marchase a su domicilio, porque los milicianos estaban presionando mucho y el cerco iba siendo más estrecho y que habían tomado ya los arrabales de la ciudad. D. Fausto recluido con su madre, lloraba como un niño. Ambos rezaban pensando en el trágico final ya próximo.

Antes de seguir queremos recoger el testimonio del que fuera hijo de los demandaderos y luego demandadero de las monjas clarisas, donde D.Fausto era el capellán. Esteban Alonso, que vivió allí desde 1930 hasta 1997, ha querido colaborar con nosotros ofreciéndonos sus recuerdos:

“Aunque yo era muy niño, para mí era un santo por la forma de celebrar la Santa Misa: lo hacía con una exquisita devoción y delicadeza y a la perfección... Nunca podré olvidar lo bueno y cariñoso que fue conmigo, incluso en aquellas mañana, sobre todo de invierno, cuando a las 7 de la mañana le abría la puerta. D.Fausto siempre me saludaba alegre y cariñosamente. De 7 a 8 hacía la oración, siempre con mucho recogimiento, mientras yo preparaba el altar con todos los ornamentos que las monjas me pasaban en un cesto por una cajonera que había bajo las rejas del coro”.

“Un día - sigue contándonos D. Esteban - tenía las manos tan frías que al ir a echar el vino en el cáliz se me cayó la vinajera. Me preocupé mucho. Pero él enseguida me tranquilizó dándome una palmadita en la espalda diciendo: - No te preocupes, no tiene importancia, pero sí que tenemos que subsanar esto. Entonces les dijo a las monjas que me sacaran algo para calentarme las manos. Al día siguiente me pusieron una botellita de agua caliente metida en una bolsa de tela y ya nunca más se me quedaron las manos frías”.

“También recuerdo que le gustaban mucho los pájaros: esto pienso yo que también es sinónimo de santidad porque los cuidaba con mucho amor y ternura, quizás pensando que eran criaturas del Señor. Además los hablaba y ellos agradecidos se ponían a cantar. Todo esto lo sé porque muchas veces le ayudaba a limpiarlos”.

Ese 23 de julio repuesto un poco de tan desagradables noticias, tomó la radio y se fue a casa de dos sacerdotes hermanos, canónigo uno y beneficiado otro. También acudió un empleado de Hacienda, un señor apellidado Palomino, y algunos más. Todos querían dialogar para tomar una decisión. Alguien muy acertadamente propuso despojarse de los hábitos para despistar a los milicianos. D. Fausto se resistía, pues quería morir así. Por fin cedió y se vistió con una chaqueta de un pijama.

No mucho tiempo después, llamaron con insistencia y entraron seis milicianos con rostro furioso y preguntaron:

-¿Vosotros erais los que tirabais con pistola por la ventana?

D. Fausto contestó:

-Nosotros no tenemos armas.

-¿Quiénes sois?, preguntó de nuevo con voz atiplada e insolente un mozalbete imberbe, que parecía ser el jefe de aquel grupo de bandoleros.

Y volvió a contestar D. Fausto:

-Yo soy sacerdote. Los demás ya los veis, trabajadores honrados, pobres obreros y pacíficos vecinos.

-¡Ah!, entonces tú eres el que nos tiroteaba desde el tejado y las ventanas. Está bien, ya ajustaremos cuentas.

Y dirigiéndose a los suyos, exclamó con voz autoritaria:

-¡Camaradas, prendedlos a todos, que son fascistas muy peligrosos! ¡Deprisa, vamos, atadlos y a la cárcel con ellos!

Los asaltantes registraron a todos, pero apenas encontraron dinero. Recorrieron la casa usurpando cuadros y enseres. Del Sr. Palomino, ebanista, se llevaron muebles nuevos de mucho valor. Y ordenaron a D. Fausto salir camino de la Diputación Provincial, cuyos sótanos habían habilitado para cárcel. D. Fausto quiso despedirse de su madre, pero le dieron un empujón por lo que hubo de limitarse a decir: “- Madre, llevo tu fotografía”. Hubo escenas dantescas, horrorosas, de infierno. Los milicianos, más que personas, parecían y atacaban como lobos. Aquel día comenzó el martirio de las voluntades y las almas. Al darse cuenta de la escena y para más tortura le retiraron la fotografía.

Desde el 23 de julio hasta el 26 que fueron trasladados a la cárcel, los tuvieron incomunicados. Los compañeros tenían esperanza de salir de la cárcel, pero D.Fausto estaba convencido de que lo fusilarían. Les daba ánimo a todos, les rezaba el rosario, cantaba canciones religiosas. Era el padre de todos, el ángel tutelar; les infundía cristiana fortaleza y conseguía que sonrieran. Se repetían las milenarias historias de los mártires de los primeros siglos.

Como es sabido Largo Caballero se instaló en el Palacio Arzobispal para robar cuadros y objetos de valor. También instalaron las oficinas de la F. A. I. y las de la C. N. T. Los milicianos celebraban sus triunfos con vergonzosas orgías, con banquetes y embriagueces.

La guerra seguía afuera, los milicianos atacaban con rabia el invicto Alcázar. Trajeron expertos mineros de Asturias con toneladas de dinamita para volar el grandioso Alcázar. Como hemos recordado, con motivo de la próxima beatificación del Siervo de Dios José Polo Benito, entre las 72 tristes jornadas de enfrentamiento que se vivió en la ciudad de Toledo, hay una que culminó con elevaciones de pesadilla. El día 22 de agosto, unos aviones del ejército republicano que bombardeaban el Alcázar erraron en su puntería matando a varios soldados de su propio ejército. Los milicianos pensaron en rehacerse sacrificando a los detenidos. Es cierto que los perseguidores, al fusilar en la madrugada del 22 al 23 de agosto a 70 personas, gran parte de ellas sacerdotes, religiosos y miembros de alguna asociación católica, actuaron por venganza. Pero hay que notar, sin embargo, que en el caso de D. Fausto, según afirman los testigos, no pertenecía a ningún partido, no se metía en política y había sido encarcelado por ser sacerdote. Y por ser sacerdote fue también sacrificado.

Los llevaban atados con cuerdas de diez en diez. En la última decena un miliciano cortó la cuerda, mientras dijo:

- Por hoy ya hay bastante con esos, mañana mataremos a estos dos con muchos de los restantes.

Era de noche. El silencio profundo. Solo se notaba el silabeo de los condenados que rezaban el rosario camino del paredón. En las afueras de la población, en la Puerta de Cambrón de Toledo, junto a la fuente Salobre, se detuvo la comitiva. Momentos de angustioso silencio. Unos momentos después sonaron las detonaciones en el silencio nocturno... en el aire quedaban resonando los ecos de aquellos gritos de fervor del ¡Viva Cristo Rey!

Al final de la guerra una hermana de D.Fausto fue a recoger sus restos mortales. Reconoció el cadáver, número 19, porque el calzoncillo estaba marcado con sus iniciales y en el calcetín tenía el rosario. Hoy reposan en el Cementerio de Canónigos, en el patio de entrada de la ermita del Cristo de la Vega en la Ciudad Imperial. En la parroquia de Villasbuenas de Gata hay una lápida con el epitafio siguiente:

A la memoria del mártir Don Fausto Cantero Roncero, hijo predilecto de esta localidad y beneficiado de la S. I. Catedral Primada. Murió por Dios y por la Patria, el día 23 de agosto de 1936. Homenaje de este su pueblo..