Bueno Castaños, Rafael


RAFAEL BUENO CASTAÑOS

Párroco de Parillas
Nació en Valdeverdeja (Toledo) el 27 de abril de 1904. Hijo de Juan y Petra. Como este pueblo pertenecía entonces a la diócesis de Ávila estudió en el seminario abulense. En 1925 recibió la tonsura, las cuatro órdenes menores (ostiario, lector, exorcista y acólito) y el subdiaconado. Al año siguiente recibe el diaconado. Finalmente el 18 de diciembre de 1926 es ordenado como presbítero.

Durante 10 años pudo desempeñar su actividad sacerdotal, habiéndola ejercido en los siguientes cargos: tres meses después de su ordenación sacerdotal es nombrado cura de Tórtoles. En 1930 pasa como ecónomo a Calabazas. Pocos meses después oposita a una canonjía a la catedral de Ávila. Aún aprobando, no alcanza la plaza. En octubre de 1930 es nombrado cura ecónomo de El Gordo. En 1932 pasa a ser párroco de Sotillo de las Palomas (Toledo). Finalmente el 27 de abril de 1935 llega como párroco a Parrillas (Toledo). Aquí permanece algo más de un año, pues será martirizado el 7 de agosto de 1936.

“Me han dicho que me van a matar, y conmigo a otras personas del pueblo. ¡Cómo acongoja el demonio a las almas! Pero, en fin si es para gloria de Dios, bien está”, así se dirigía don Rafael a una familia amiga, en los primeros días de la persecución religiosa.

Al enterarse su madre de la muerte martirial del Siervo de Dios César Eusebio Martín, sacerdotes de Oropesa, se alarma y le dice a su hijo: “-Hijo mío, ¡a ti también te van a matar!”.

Don Rafael le responde: “-No tenga cuidado, madre. Si está de Dios que termine así el tránsito de este mundo, que sea enhorabuena. Yo me daré por contento con que me dejen gritar el ¡Viva Cristo Rey! y rezar el ¡Perdónales, Señor, que no saben lo que se hacen!”.

Y así sucedió, todo puntualmente.

Con estas disposiciones inmediatas, empieza don Rafael su penoso calvario. El 23 de julio de 1936 los milicianos registran la iglesia, le hacen abrir hasta el Sagrario, porque se ha corrido la voz que allí guarda las bombas. Don Rafael para abrirlo guarda las rúbricas escrupulosamente, y se reviste con sobrepelliz y estola.

Al día siguiente, al finalizar la Misa, es detenido. Por la noche, fue puesto en libertad.

El día del Apóstol Santiago, 25 de julio, el Siervo de Dios celebró la Santa Misa de forma solemne y con las puertas abiertas, para asombro y estupefacción de los de izquierdas.

El 26 de julio, tuvo lugar el entierro de un feligrés, para lo cual los familiares del difunto recaban del Comité que se pongan a las campanas los badajos arrancados en el primer acceso de fobia religiosa.

Hasta el 1 de agosto, estuvo en su casa y por la calle. Al “¡Salud, camarada!”, don Rafael responderá con dulcedumbre: “¡Que Dios nos la dé, si nos conviene!”, y adelante.

Ese día van a prenderle por tres veces. Tras la segunda, la madre dirá desde el balcón con entereza y gallardía: “-Otra vez lo prenderéis y lo mataréis: ¡ahora, no; porque no lo quiere su madre!”, mientras cerraba los cuartillos de golpe. Pero cuando por tercera vez golpean a la puerta, don Rafael se dirige a su madre: “-Déjeme, madre, que me maten. Ya he hecho la preparación para la muerte”.

Finalmente, no se lo llevaron. Y, a la mañana siguiente dirá con dolor, abriendo su intimidad: “-¡Con lo bien preparado que estaba ya para morir!”.

El 2 de agosto de 1936 a las ocho de la mañana, de nuevo, fue detenido y al mediodía, liberado. El 3 de agosto, a las ocho y media de la mañana, nueva detención, pero esta vez la que le conducirá al martirio. En la cárcel permanece algunos días. Por lo general, solo; de vez en cuando acompañado. Reza con asidua piedad el breviario. Siempre de sotana.

En cierto momento, al ir a visitar su madre a don Rafael, se encuentra en el zaguán de la prisión, a un conocido de Sotillo. Éste le espeta: “-Ya podía ceder un poquito su hijo e irse de secretario al Comité”. La madre responde:”-Quiero más honra sin vida que vida sin honra. Mi hijo, a eso, ¡nunca! No va a perder el alma por salvar el cuerpo”. Tal madre para tal hijo.

Al fin, el Siervo de Dios es conducido al interrogatorio.

“-Hemos encontrado un documento en el que se dice que las derechas matarán a veinte personas si es que triunfan. Dinos la verdad”.

-“Yo no sé nada, y además no creo nada de eso”.

-“Ya puedes dejar esa sotana. La religión se acabó para siempre”.

-“No os dejéis engañar. La religión no puede morir. Vosotros podréis matarme a mí y a otros sacerdotes y párrocos dentro de España. Pero Dios enviará otros para ocupar nuestro lugar. Incluso si acabáis con todos, ahí están en el extranjero los jesuitas expatriados, ellos podrían venir a ocupar los vacíos. Convenceos: es la historia de siempre; en cada siglo una revolución. Pero la Iglesia sale y saldrá siempre triunfadora y remozada en virtud y fortaleza”.

Escribe Gregorio Sedano en el “Martirologio de la iglesia abulense”: ¡Señor! ¿No está este diálogo arrancado de las Actas de los mártires en los días de los Dacianos o Julianos?

Al salir del tribunal, -que se ha celebrado en la iglesia porque allí está el comité-, el buen párroco cierra su apología con una súplica ferviente a los tiranos porque no destrocen nada; que aquello pasaría…

El 7 de agosto, al despuntar de un alba gozosa, el dulcísimo pastor y acérrimo apologista era fusilado en las proximidades de Talavera de la Reina. Según el testimonio del enterrador: “materialmente acribillado a balazos, todos por delante”.

Termina Sedano, unos de los primeros biógrafos del Siervo de Dios, afirmando: “y apellídese el mártir “Bueno”, de nombre y de verdad, y también don Rafael “el del catecismo”, porque, como hacen resaltar los testigos que deponen en el acta, “Don Rafael, sacerdote muy sacerdote, de tal vocación sacerdotal que por ella se inmoló gozoso, tenía, ante todo, tal celo pastoral por la labor del catecismo, de tal manera la desarrollaba, que por ello, precisa y principalmente, le perseguían los socialistas”.