Bel Rodríguez, Simeón
SIMEÓN BEL RODRÍGUEZ
Párroco de San Bartolomé de las Abiertas
Natural de Santa Olalla (Toledo) nació el 18 de febrero de 1885. Ordenado el doce de marzo de 1910. Tras el nombramiento de coadjutor de la parroquia de Montearagón (Toledo), donde era muy querido, en 1926 obtuvo por oposición la parroquia de San Bartolomé de las Abiertas (Toledo). Don Simeón vivía en compañía de dos sobrinas huérfanas, hijas de su hermana Cipriana. Los testigos recuerdan que tenía una minusvalía en la mano izquierda. A los pocos días de estallar la guerra, el 22 de julio de 1936, fue encerrado en el Ayuntamiento y poco después en las escuelas habilitadas como cárcel. Las declarantes "recuerdan que tuvieron ocasión de ver a Don Simeón por una ventana que daba al patio donde el sacerdote permanecía detenido. Éste manifestó su preocupación por el Santísimo que había quedado en el Sagrario.
No supo que a la vez que se lo llevaban detenido había comenzado la profanación y destrucción en el templo parroquial. Perecieron todos los libros del Archivo, Misales y Leccionarios, así como el ajuar y los enseres litúrgicos. Fueron destruidos el órgano realejo y todos los altares y retablos. Las cuatro campanas se destruyeron al ser arrojadas contra el suelo... Las Sagradas Formas fueron profanadas, escarnecidas y consumidas por tres individuos. Finalmente, el templo parroquial sería destinado como garaje y fragua, abriéndose fosos en la nave para el cambio de aceite y reparaciones de los bajos de los vehículos. En un principio se salvo la imagen del titular san Bartolomé que se colocó algún tiempo como centinela a la puerta de la iglesia, para ser después completamente destruida.
Una de las testigos que ofrecieron su declaración recuerda que "se atrevió a pedir el copón con el pretexto de que pertenecía a su familia, y le fue entregado. En él sólo quedaban algunas partículas. Se llevó el copón a su casa y convocó secretamente a algunas personas para celebrar una Hora Santa de reparación". Todo esto fue puesto en conocimiento del párroco que determinó que un joven, que era veterinario y muy piadoso, consumiese las partículas. Éste fue asesinado pocos días después.
Por los buenos oficios de un médico de Talavera se consiguió que todos los detenidos fueran liberados a principios de agosto, siendo confinados en sus domicilios.
Familiares de Don Simeón pidieron al Comité que lo trasladara a su pueblo natal. Así lo hicieron, pero a los pocos minutos de su llegada a Santa Olalla una nutrida manifestación se agolpó ante la casa familiar a los gritos de: "¡Afuera, afuera! ¡No queremos ni curas ni iglesias! ¡Mueran los curas!". El tumulto crecía y el presidente del Comité local dijo: "¡O se marcha o lo matamos ahora mismo!"... tuvieron que devolverlo a San Bartolomé.
Cuando se cumplía un mes de este particular vía crucis, el 22 de agosto, el pobre sacerdote fue conducido al Cuartel de la Guardia Civil que tenían para sí los milicianos. Le retuvieron tres días entre mofas y escarnios: atándole a las pesebreras de las caballerizas, y echando paja en ellas, le gritaban: "¡Come burro!". Don Simeón solo abría la boca para perdonar y para manifestar que ofrecía todo aquel calvario por la conversión de sus torturadores y por el bien del pueblo. En la noche del 24 de agosto lo llevaron a Talavera de la Reina (Toledo), pero antes de llegar, cerca del Puente Viejo, en la llamada "Huerta del Calerano", atado a una higuera fue salvajemente torturado mientras recitaba jaculatorias y perdonaba a sus verdugos. Murió acribillado a tiros... amanecía el 25 de agosto de 1936. Su cuerpo permaneció durante cinco días insepulto, hasta que localizado fue inhumado en el cementerio de Talavera.
No supo que a la vez que se lo llevaban detenido había comenzado la profanación y destrucción en el templo parroquial. Perecieron todos los libros del Archivo, Misales y Leccionarios, así como el ajuar y los enseres litúrgicos. Fueron destruidos el órgano realejo y todos los altares y retablos. Las cuatro campanas se destruyeron al ser arrojadas contra el suelo... Las Sagradas Formas fueron profanadas, escarnecidas y consumidas por tres individuos. Finalmente, el templo parroquial sería destinado como garaje y fragua, abriéndose fosos en la nave para el cambio de aceite y reparaciones de los bajos de los vehículos. En un principio se salvo la imagen del titular san Bartolomé que se colocó algún tiempo como centinela a la puerta de la iglesia, para ser después completamente destruida.
Una de las testigos que ofrecieron su declaración recuerda que "se atrevió a pedir el copón con el pretexto de que pertenecía a su familia, y le fue entregado. En él sólo quedaban algunas partículas. Se llevó el copón a su casa y convocó secretamente a algunas personas para celebrar una Hora Santa de reparación". Todo esto fue puesto en conocimiento del párroco que determinó que un joven, que era veterinario y muy piadoso, consumiese las partículas. Éste fue asesinado pocos días después.
Por los buenos oficios de un médico de Talavera se consiguió que todos los detenidos fueran liberados a principios de agosto, siendo confinados en sus domicilios.
Familiares de Don Simeón pidieron al Comité que lo trasladara a su pueblo natal. Así lo hicieron, pero a los pocos minutos de su llegada a Santa Olalla una nutrida manifestación se agolpó ante la casa familiar a los gritos de: "¡Afuera, afuera! ¡No queremos ni curas ni iglesias! ¡Mueran los curas!". El tumulto crecía y el presidente del Comité local dijo: "¡O se marcha o lo matamos ahora mismo!"... tuvieron que devolverlo a San Bartolomé.
Cuando se cumplía un mes de este particular vía crucis, el 22 de agosto, el pobre sacerdote fue conducido al Cuartel de la Guardia Civil que tenían para sí los milicianos. Le retuvieron tres días entre mofas y escarnios: atándole a las pesebreras de las caballerizas, y echando paja en ellas, le gritaban: "¡Come burro!". Don Simeón solo abría la boca para perdonar y para manifestar que ofrecía todo aquel calvario por la conversión de sus torturadores y por el bien del pueblo. En la noche del 24 de agosto lo llevaron a Talavera de la Reina (Toledo), pero antes de llegar, cerca del Puente Viejo, en la llamada "Huerta del Calerano", atado a una higuera fue salvajemente torturado mientras recitaba jaculatorias y perdonaba a sus verdugos. Murió acribillado a tiros... amanecía el 25 de agosto de 1936. Su cuerpo permaneció durante cinco días insepulto, hasta que localizado fue inhumado en el cementerio de Talavera.