Andrade Trujillo, Eduardo
EDUARDO ANDRADE TRUJILLO
Capellán de las Concepcionistas de Corral de Almaguer.
Eran tres los sacerdotes que en 1936 trabajaban en la parroquia toledana de Corral de Almaguer, por entonces dependiente de la diócesis de Cuenca. Sus cuerpos reposan en la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción de dicha localidad. Don Feliciano Montero Navarro era el párroco. Junto a él trabajaban otros dos sacerdotes: don Vicente Nuñez Alcázar, que estaba adscrito a la parroquia, y don Eduardo Andrade Trujillo. Don Eduardo nació en Corral de Almaguer el 26 de octubre de 1891. Al comienzo de la guerra ejercía el ministerio como capellán de las Monjas Concepcionistas Franciscanas.
Aunque sufrieron el martirio al iniciarse el mes de noviembre, don Eduardo fue apresado el 20 de julio, junto con el coadjutor de Corral, don Cipriano Bonilla. Don Eduardo fue quien confesó por última vez a don Cipriano antes de que lo asesinasen el 21 de agosto. Fue obligado a trabajar en las eras. Se burlaban cruelmente de él, con amenazas de muerte, obligándole a confesar a unos muñecos en la plaza del pueblo. También fue puesto en libertad a primeros de octubre. Don Eduardo junto a su párroco y el otro sacerdote fueron nuevamente detenidos en la madrugada del 7 de noviembre. Con otros nueve condenados les obligaron a subir a un camión para llevarlos al cementerio de Villatobas (Toledo), donde fueron asesinados a las tres de la madrugada. Don Feliciano tuvo tiempo de absolver a todos los compañeros de prisión. Perdonó a sus asesinos y murió gritando ¡Viva Cristo Rey!
Aunque sufrieron el martirio al iniciarse el mes de noviembre, don Eduardo fue apresado el 20 de julio, junto con el coadjutor de Corral, don Cipriano Bonilla. Don Eduardo fue quien confesó por última vez a don Cipriano antes de que lo asesinasen el 21 de agosto. Fue obligado a trabajar en las eras. Se burlaban cruelmente de él, con amenazas de muerte, obligándole a confesar a unos muñecos en la plaza del pueblo. También fue puesto en libertad a primeros de octubre. Don Eduardo junto a su párroco y el otro sacerdote fueron nuevamente detenidos en la madrugada del 7 de noviembre. Con otros nueve condenados les obligaron a subir a un camión para llevarlos al cementerio de Villatobas (Toledo), donde fueron asesinados a las tres de la madrugada. Don Feliciano tuvo tiempo de absolver a todos los compañeros de prisión. Perdonó a sus asesinos y murió gritando ¡Viva Cristo Rey!