Albiñana Zaldívar, Alberto
ALBERTO NATALIO ALBIÑANA ZALDÍVAR
Militar
Nació en Lérida el día 18 de Noviembre de 1894 y era hijo de José Albiñana Rodríguez, natural de Belchite, provincia de Zaragoza, que falleció cuando Alberto contaba tan sólo diez años, y Carolina Zaldívar Ruiz, natural de Madrid. Alberto estudió en Guadalajara en la Academia de Ingenieros. Al finalizar los estudios, con veintiocho años, contrajo matrimonio con María Teresa Soto López, de veintisiete años y natural de Zamora, el día 19 de Diciembre de 1922, según consta en el archivo de la iglesia parroquial de San Lorenzo de Lérida, ante el Rvdo. D. Luís Borrás, que asistió y lo autorizó. Al margen de la partida de matrimonio, hay una nota que dice que se celebró esta boda en el oratorio de Ntra. Sra. de la Academia.
Partieron para Melilla, primer destino de Alberto. De nuevo volvieron a Guadalajara, donde nació su primer hijo, Alberto José, en el año 1924; después, fue destinado a Ceuta y a Zaragoza, para regresar, poco antes del comienzo de la Guerra Civil, a Guadalajara. Tuvieron, además de Alberto José, otros hijos, Mª del Carmen, Antonio, y, en Agosto de 1935, estando domiciliados en el Fuerte de Guadalajara, nacieron dos gemelas, Mª Teresa y Mª Pilar, falleciendo ésta última, cuando tenía solo unos días.
El 21 de Julio de 1936 los militares del Fuerte de Guadalajara se unieron al Levantamiento Nacional, y Alberto que tenía su destino en la Maestranza de la capital, fue detenido y llevado, el 24, a la Prisión Militar de Guadalajara, según se extrae de la sentencia condenatoria, con fecha del 5 de Noviembre de 1936, que, entre otras muchas cosas, dice: “Vista en juicio público ante el Tribunal Especial Popular de esta Provincia, constituido en el local de la Audiencia Provincial de esta Capital, la causa procedente del Juzgado Especial, seguida de oficio por el delito de REBELIÓN MILITAR, contra ALBERTO ALBIÑANA ZALDÍVAR, de cuarenta y un años de edad, natural de Lérida y vecino de esta ciudad, casado, con instrucción y de profesión Capitán de Ingenieros, sin que consten antecedentes penales y en prisión provisional por esta causa desde el 24 de Julio pasado, ...es condenado a la pena de muerte”.
Escribe varias cartas desde la cárcel a su esposa y a sus hijos, pidiéndoles perdón por la situación en que les deja, pero apelando a que lo único que ha hecho es cumplir con su obligación profesional; a su esposa, Teresa, le insta a que no escatime esfuerzos en la educación y el amor de sus hijos a Dios y a su Patria. En las cartas dirigidas a sus hermanos les insta a auxiliar a su esposa y a sus hijos como si de él mismos se tratara. En unas y en otras siempre expresa claramente su deseo de recibir los santos sacramentos antes de morir.
Escribe también otra carta a Enrique Navas, cuando ya se le ha juzgado y han fallado su sentencia de muerte, en la que justifica su actuación militar, pensando también en sus hijos y en su defensa: “Muy querido amigo y compañero: Como considero posible y hasta necesario que halla un expediente en depuración de las actuaciones personales de cada uno de los Jefes y oficiales de los M. y P. de Ingenieros, y no quiero que caiga ninguna mancha sobre mi honor y nombre que lego a mis hijos, te agradeceré en el alma que hagas llegar a quien corresponda las siguientes declaraciones:
1ª Que en el proceso a que se nos ha sometido queda perfectamente demostrada la actuación mía durante la sublevación de las fuerzas de esta guarnición, y que los autos de procesamiento y escrito de calificación fiscal las considero como timbre de gloria. 2º Que las declaraciones del proceso por lo que respecta a testigos, van casi todas escritas exceptuando algunos detalles que no modifican en nada el fondo del escrito. 3º Que en evitación de que por declaraciones preparadas o piedades mal entendidas, por poder traer perjuicio de tercero tengo que afirmar: «Que rechazo desde este momento con toda mi alma, por falso e indigno, cualquier declaración o informe que trate de arrojar sobre mí la menor sobre de negligencia o debilidad que nunca existió contra la causa a que yo, desde luego, me había sumado». 4º Que en el proceso queda demostrado la existencia de traidores en la Guarnición del Fuerte, de los cuales es de temer toda clase de falsedades. Un fuerte abrazo de tu agradecido compañero Alberto Albiñana”.
Cuando llega el día de su muerte, 20 de Noviembre, todavía escribe una última carta a sus seres queridos, donde, hasta la letra con que escribe, denota la situación tan dolorosa en que se encuentra, pero sigue recordando a su familia y velando por ellos, les dice: “Queridos todos. Momentos antes de dar mi vida a Dios, quiero despedirme y recordaros lo que en otras os he dicho. Perdón para mí y perdono a todos; que Dios me perdone como yo los perdono. Vosotros, hijos míos, sed buenos y portaros muy bien con vuestra santa madre y de este modo os reuniréis conmigo el día de mañana en el Cielo a donde aspiro ir. Teresa y Carmen un fuertísimo abrazo de vuestro Alberto”.
Y continúa, en la misma carta, también con lápiz, por la prisa y la angustia, con letra aún más grande: “A mis hermanos y demás parientes. Queridos todos: Un Abrazo muy fuerte, momentos antes de entregar mi alma a Dios. Rezad por mí. Os abraza muy fuerte vuestro hermano Alberto”. Fue un gran militar que se entregó, con todas las consecuencias, al ideal trascendente que regía su vida: el amor a la Patria. También el amor a Dios que llevaba muy dentro, da sentido al sufrimiento, fortaleza para soportar el sacrificio, fe ante la incertidumbre y noble ansia de justicia; en sus últimos momentos, como deseaba y alude explícitamente en sus cartas, pudo ser confortado con la confesión que antes de ser fusilado hizo a D. Julio Cascajero, quien días después también sería mártir. El día antes de morir Alberto, dejaron a su esposa visitarlo y rezaron el rosario, junto con las otras familias de los tres militares que fusilaron con él.
Su defunción está inscrita en el Registro Civil de Guadalajara, el mismo día de su muerte, 20 de Noviembre de 1936, a las seis horas quince minutos, en el cementerio de la capital, y en nota escrita al margen en 1940, consta que fue fusilado por las autoridades rojas, y que murió gloriosamente por Dios y por España. La familia que vivía en el Fuerte, fue expulsada, consiguiendo una vivienda en un edificio de la calle Miguel Fluiters. Sus familiares, amigos y paisanos le conceden la fama de mártir por lo que piden su canonización.
Partieron para Melilla, primer destino de Alberto. De nuevo volvieron a Guadalajara, donde nació su primer hijo, Alberto José, en el año 1924; después, fue destinado a Ceuta y a Zaragoza, para regresar, poco antes del comienzo de la Guerra Civil, a Guadalajara. Tuvieron, además de Alberto José, otros hijos, Mª del Carmen, Antonio, y, en Agosto de 1935, estando domiciliados en el Fuerte de Guadalajara, nacieron dos gemelas, Mª Teresa y Mª Pilar, falleciendo ésta última, cuando tenía solo unos días.
El 21 de Julio de 1936 los militares del Fuerte de Guadalajara se unieron al Levantamiento Nacional, y Alberto que tenía su destino en la Maestranza de la capital, fue detenido y llevado, el 24, a la Prisión Militar de Guadalajara, según se extrae de la sentencia condenatoria, con fecha del 5 de Noviembre de 1936, que, entre otras muchas cosas, dice: “Vista en juicio público ante el Tribunal Especial Popular de esta Provincia, constituido en el local de la Audiencia Provincial de esta Capital, la causa procedente del Juzgado Especial, seguida de oficio por el delito de REBELIÓN MILITAR, contra ALBERTO ALBIÑANA ZALDÍVAR, de cuarenta y un años de edad, natural de Lérida y vecino de esta ciudad, casado, con instrucción y de profesión Capitán de Ingenieros, sin que consten antecedentes penales y en prisión provisional por esta causa desde el 24 de Julio pasado, ...es condenado a la pena de muerte”.
Escribe varias cartas desde la cárcel a su esposa y a sus hijos, pidiéndoles perdón por la situación en que les deja, pero apelando a que lo único que ha hecho es cumplir con su obligación profesional; a su esposa, Teresa, le insta a que no escatime esfuerzos en la educación y el amor de sus hijos a Dios y a su Patria. En las cartas dirigidas a sus hermanos les insta a auxiliar a su esposa y a sus hijos como si de él mismos se tratara. En unas y en otras siempre expresa claramente su deseo de recibir los santos sacramentos antes de morir.
Escribe también otra carta a Enrique Navas, cuando ya se le ha juzgado y han fallado su sentencia de muerte, en la que justifica su actuación militar, pensando también en sus hijos y en su defensa: “Muy querido amigo y compañero: Como considero posible y hasta necesario que halla un expediente en depuración de las actuaciones personales de cada uno de los Jefes y oficiales de los M. y P. de Ingenieros, y no quiero que caiga ninguna mancha sobre mi honor y nombre que lego a mis hijos, te agradeceré en el alma que hagas llegar a quien corresponda las siguientes declaraciones:
1ª Que en el proceso a que se nos ha sometido queda perfectamente demostrada la actuación mía durante la sublevación de las fuerzas de esta guarnición, y que los autos de procesamiento y escrito de calificación fiscal las considero como timbre de gloria. 2º Que las declaraciones del proceso por lo que respecta a testigos, van casi todas escritas exceptuando algunos detalles que no modifican en nada el fondo del escrito. 3º Que en evitación de que por declaraciones preparadas o piedades mal entendidas, por poder traer perjuicio de tercero tengo que afirmar: «Que rechazo desde este momento con toda mi alma, por falso e indigno, cualquier declaración o informe que trate de arrojar sobre mí la menor sobre de negligencia o debilidad que nunca existió contra la causa a que yo, desde luego, me había sumado». 4º Que en el proceso queda demostrado la existencia de traidores en la Guarnición del Fuerte, de los cuales es de temer toda clase de falsedades. Un fuerte abrazo de tu agradecido compañero Alberto Albiñana”.
Cuando llega el día de su muerte, 20 de Noviembre, todavía escribe una última carta a sus seres queridos, donde, hasta la letra con que escribe, denota la situación tan dolorosa en que se encuentra, pero sigue recordando a su familia y velando por ellos, les dice: “Queridos todos. Momentos antes de dar mi vida a Dios, quiero despedirme y recordaros lo que en otras os he dicho. Perdón para mí y perdono a todos; que Dios me perdone como yo los perdono. Vosotros, hijos míos, sed buenos y portaros muy bien con vuestra santa madre y de este modo os reuniréis conmigo el día de mañana en el Cielo a donde aspiro ir. Teresa y Carmen un fuertísimo abrazo de vuestro Alberto”.
Y continúa, en la misma carta, también con lápiz, por la prisa y la angustia, con letra aún más grande: “A mis hermanos y demás parientes. Queridos todos: Un Abrazo muy fuerte, momentos antes de entregar mi alma a Dios. Rezad por mí. Os abraza muy fuerte vuestro hermano Alberto”. Fue un gran militar que se entregó, con todas las consecuencias, al ideal trascendente que regía su vida: el amor a la Patria. También el amor a Dios que llevaba muy dentro, da sentido al sufrimiento, fortaleza para soportar el sacrificio, fe ante la incertidumbre y noble ansia de justicia; en sus últimos momentos, como deseaba y alude explícitamente en sus cartas, pudo ser confortado con la confesión que antes de ser fusilado hizo a D. Julio Cascajero, quien días después también sería mártir. El día antes de morir Alberto, dejaron a su esposa visitarlo y rezaron el rosario, junto con las otras familias de los tres militares que fusilaron con él.
Su defunción está inscrita en el Registro Civil de Guadalajara, el mismo día de su muerte, 20 de Noviembre de 1936, a las seis horas quince minutos, en el cementerio de la capital, y en nota escrita al margen en 1940, consta que fue fusilado por las autoridades rojas, y que murió gloriosamente por Dios y por España. La familia que vivía en el Fuerte, fue expulsada, consiguiendo una vivienda en un edificio de la calle Miguel Fluiters. Sus familiares, amigos y paisanos le conceden la fama de mártir por lo que piden su canonización.