Linares Ramírez, Esteban

  

ESTEBAN LINARES RAMÍREZ

Sacristán de la parroquia de Sotillo de la Adrada
Nace en Sotillo de la Adrada, provincia y diócesis de Ávila el día 3 de agosto de 1883. Es hijo de Ángel Linares y de Regina Ramírez. Es bautizado en el mismo pueblo el día 12 de agosto de 1883.

Contrae matrimonio con Vicenta García Gonzalo, que muere antes que él, con fecha del 6 de febrero de 1929. Tienen siete hijos: Regino (sacerdote), Marina, Eusebio, Rosario, Paula, Luis y Félix. Viven todavía Rosario, Paula y Luis. En la parroquia de Sotillo de la Adrada ejerce como sacristán. Se le recuerda por su piedad y amor a la Iglesia. Atento siempre a las necesidades de los demás, no descuida la atención a los oficios divinos. Tiene siempre la iglesia atendida con decoro. En su casa se reza el rosario todas las noches. El mismo padre dirige la oración. También ejerce como secretario del juzgado y en una ocasión fue ya antes detenido. Desde mayo de 1936 apenas podía salir de casa. Estaba ya señalado por los republicanos que no dudan en apresarle de nuevo tras el 18 de julio.

Según declaración de testigos, Esteban Linares fue detenido en su misma casa y llevado a la ermita que hacía de cárcel. A media noche le llevan a la parroquia, donde se abraza con el señor cura párroco, adivinando lo que iba a suceder.

El día 13 de agosto de 1936 es asesinado junto a su párroco en el paraje conocido como La Venta del Cojo, en Las Rozas de Puerto Real (Madrid), antes diócesis de Madrid- Alcalá y actualmente de Getafe. Se habla de un prolongado y cruel martirio, aunque no se especifica más que el fusilamiento fue la causa de la muerte “in odium fidei”. Párroco y sacristán mueren abrazados. Quedaron sus cuerpos en la carretera, apartados en la cuneta, sin que nadie los recogiera, porque, aunque se tuvo noticia del hecho, y los familiares lo pedían, no permitían los milicianos el tránsito por dicha carretera. A uno o dos días, un sujeto, por propio impulso o por órdenes recibidas, los arrastró unos 50 metros para enterrarlos fuera de la carretera, en el monte, arrojándolos a una zanja. A este efecto se sirvió de una pareja de bueyes y de una cadena, con que ató los cadáveres.

El 27 de octubre de 1936 su cuerpo es trasladado, junto al de su párroco, don Timoteo García, en la misma caja, al cementerio de Sotillo de la Adrada. El licenciado Pablo Casares, encargado entonces de la parroquia, oficia una misa funeral en sufragio de sus almas. El padre jesuita José Palacios recoge toda la información del proceso y la consigna con la firma de dos testigos más, con fecha del uno de diciembre del citado 1936. Sus familiares se alegrarían de su canonización. La memoria de los hechos y de la terrible persecución sigue viva todavía hoy.