Santos Rodríguez, Ismael
ISMAEL SANTOS RODRÍGUEZ
Párroco de Poyales del Hoyo
Nació el 21 de marzo de 1890 en Rubí de Bracamonte (Ávila). Ordenándose sacerdote el 23 de diciembre de 1916.
Desde 1932, era párroco de Poyales del Hoyo (Ávila). Ya antes del 18 de julio de 1936 estaba prohibido en Poyales realizar actos religiosos. El templo parroquial fue incautado el 25 de julio, destinándose como cárcel del pueblo, y don Ismael fue detenido al día siguiente. Entre injurias y blasfemias, casi milagrosamente, pudo sumir las Sagradas Formas con la anuencia de los milicianos. Finalmente es llevado al calabozo, que estaba en el ayuntamiento. Uno de los días, el 5 de agosto, le sacan para pasearle por el pueblo disfrazado: burlas soeces, injurias, risotadas, le obligan a beber vinagre mezclado con sal y algunas inmundicias, pretenden hacerle blasfemar, le atan una soga al cuello, le azotan, le golpean con un fusil... extenuado es devuelto al calabozo. Alguien declaró que ni comer podía de los dolores. Debía tener roto el espinazo, y echaba sangre por la espalda. A veces, se oía su débil voz invitando a la oración.
A los pocos días, todos los presos del calabozo son llevados a la iglesia-prisión. Tan sólo don Ismael quedó en aquel lugar. Los milicianos, metieron a empellones y con comentarios obscenos a una mujer con su hijo, aún de pecho. Ella testificó que el pobre párroco tenía una herida considerable en la espalda y que no sé ni como podía vivir en aquel estado. Él me dirigió palabras de consuelo: “Tenga usted paciencia... será la voluntad de Dios... Tenga usted paciencia... Es la voluntad de Dios”. Después de medio día se llevaron al señor cura a declarar.
Los milicianos no escatimaron procedimientos de tortura. Le condujeron a la iglesia-prisión. Todo esto fue visto por los casi setenta presos que allí se encontraban. Don Ismael fue aislado en la sacristía, y aunque su debilidad física era extrema nos invitaba a todos a rezar, declaró un testigo, infundiendo en todos ánimo, valor y confianza. “Llevadlo con paciencia, que Dios nos ayudará”, le escuchaban tras la puerta decir. “No piensen ustedes en escaparse. Sea lo que Dios quiera”
Finalmente, el 8 de agosto, se presentó alguno que hacía de jefe diciendo a todos los presos: ¡A ver si os libran todos los santos! Al cura le veréis salir muy pronto. Pero, no le volveréis a ver entrar. Así fue, al sacarlo parecía más muerto que vivo. Nada se pudo hacer en su favor. Le condujeron al llamado Puente Pelayo entre Poyales del Hoyo y Arenas de San Pedro donde fue fusilado. Durante un mes permaneció su cuerpo en aquel mismo lugar.
Desde 1932, era párroco de Poyales del Hoyo (Ávila). Ya antes del 18 de julio de 1936 estaba prohibido en Poyales realizar actos religiosos. El templo parroquial fue incautado el 25 de julio, destinándose como cárcel del pueblo, y don Ismael fue detenido al día siguiente. Entre injurias y blasfemias, casi milagrosamente, pudo sumir las Sagradas Formas con la anuencia de los milicianos. Finalmente es llevado al calabozo, que estaba en el ayuntamiento. Uno de los días, el 5 de agosto, le sacan para pasearle por el pueblo disfrazado: burlas soeces, injurias, risotadas, le obligan a beber vinagre mezclado con sal y algunas inmundicias, pretenden hacerle blasfemar, le atan una soga al cuello, le azotan, le golpean con un fusil... extenuado es devuelto al calabozo. Alguien declaró que ni comer podía de los dolores. Debía tener roto el espinazo, y echaba sangre por la espalda. A veces, se oía su débil voz invitando a la oración.
A los pocos días, todos los presos del calabozo son llevados a la iglesia-prisión. Tan sólo don Ismael quedó en aquel lugar. Los milicianos, metieron a empellones y con comentarios obscenos a una mujer con su hijo, aún de pecho. Ella testificó que el pobre párroco tenía una herida considerable en la espalda y que no sé ni como podía vivir en aquel estado. Él me dirigió palabras de consuelo: “Tenga usted paciencia... será la voluntad de Dios... Tenga usted paciencia... Es la voluntad de Dios”. Después de medio día se llevaron al señor cura a declarar.
Los milicianos no escatimaron procedimientos de tortura. Le condujeron a la iglesia-prisión. Todo esto fue visto por los casi setenta presos que allí se encontraban. Don Ismael fue aislado en la sacristía, y aunque su debilidad física era extrema nos invitaba a todos a rezar, declaró un testigo, infundiendo en todos ánimo, valor y confianza. “Llevadlo con paciencia, que Dios nos ayudará”, le escuchaban tras la puerta decir. “No piensen ustedes en escaparse. Sea lo que Dios quiera”
Finalmente, el 8 de agosto, se presentó alguno que hacía de jefe diciendo a todos los presos: ¡A ver si os libran todos los santos! Al cura le veréis salir muy pronto. Pero, no le volveréis a ver entrar. Así fue, al sacarlo parecía más muerto que vivo. Nada se pudo hacer en su favor. Le condujeron al llamado Puente Pelayo entre Poyales del Hoyo y Arenas de San Pedro donde fue fusilado. Durante un mes permaneció su cuerpo en aquel mismo lugar.