Santos Díaz. Pablo


PABLO SANTOS DÍAZ

Párroco de Las Inviernas
Nació el día 15 de Enero de 1903 en Solanillos del Extremo, provincia de Guadalajara, y era hijo de Cirilo Santos y Tomasa Díaz. Cursó los estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar de San Bartolomé de Sigüenza. El Excmo. Sr. D. Eustaquio Nieto y Martín, Obispo de Sigüenza, le confirió, en esta ciudad, el Sagrado Orden Sacerdotal el día 2 de Junio de 1928. Tras su ordenación, desempeñó su ministerio sacerdotal como párroco de Hontanares, provincia de Guadalajara, y, después, en Navalpotro y Torrecuadrada, ambas en la provincia de Guadalajara. En Enero de 1932 es nombrado párroco de Las Inviernas, provincia de Guadalajara, donde le sorprende el estallido de la Guerra Civil.

El día 28 de Julio, por la mañana, fue aconsejado por el ayuntamiento para que se ocultase en el monte, pues el alcalde sabía que venían a por él. Pensó que sería mejor pasarse a la zona nacional, pero después de despedirse de los suyos, para que se quedaran tranquilos. Llegó a Solanillos y les comunicó a sus hermanos que se iba, y que quedaban solas su madre y su hermana. Marchó vestido de paisano, con un sombrero de paja y una hoz, para simular que iba a cosechar.

Cuando D. Pablo salía de su pueblo natal, llegaban a Las Inviernas seis milicianos, provenientes de Cifuentes, provincia de Guadalajara, buscando al cura. Al no encontrarlo, asaltaron la casa parroquial y maltrataron a su hermana, Cirila, y a su madre. Aquella misma tarde, los milicianos, lo detuvieron y, exaltados por su captura, se mofaron de él y lo maltrataron, pisoteándole la cabeza y disparándole varias veces en el cuerpo, para alargar su agonía. Fue asesinado en el paraje conocido como "Los Cerrillos", cerca de Masegoso de Tajuña, provincia de Guadalajara. Los asesinos dieron orden al juez para que quemase el cadáver. Sin embargo, el juez, haciendo caso omiso de la orden, fue con los hermanos del difunto a enterrarlo. Su cuerpo se encuentra enterrado en el Cementerio de Cifuentes y su muerte quedó inscrita en su Registro Civil.

Tanto en el pueblo, donde ocurrieron estos lamentables sucesos, como en toda la comarca circundante, su fama de martirio es manifiesta, y por ello, el pueblo cristiano pide su canonización.