Mariño Ortega, Francisco Silvano
FRANCISCO SILVANO MARIÑO ORTEGA
Párroco de Santiago Apóstol y Arcipreste de la ciudad de Guadalajara
Nació en Benavente, provincia de Zamora, en una familia de 18 hijos, el día 4 de Mayo de 1883. Era hijo de Salustiano Mariño Escarda y Escolástica Ortega Argüello. Fue bautizado por D. Manuel Tejedor, el día 8 del mismo mes y año, en la parroquia de San Nicolás, de la misma ciudad, siendo padrinos sus tíos, Francisco Gutiérrez Alonso y Emelina Mariño Ortega. Estudió la carrera eclesiástica en el Seminario Conciliar de Astorga, excepto el quinto curso de Teología que lo cursó en la Universidad Pontificia de Valladolid, donde fue ordenado por D. Julián Diego Alcolea, el 9 de Junio de 1906. Obtuvo brillantes calificaciones en todas las asignaturas. Luego, volvió a Astorga como Canónico Magistral. En 1907, D. Francisco fue nombrado profesor de Latín de aquel Seminario, y, en 1909, Vicerector-Consiliario del Círculo Católico de Obreros, fundado por él mismo. Durante su permanencia en aquella diócesis, desarrolló un importante trabajo de apostolado social, principalmente entre los campesinos pobres. Trasladado a la diócesis de Toledo, fue nombrado párroco de la iglesia de Santiago Apóstol de Guadalajara y Arcipreste de la ciudad. Mejoró la iglesia, construyó la casa parroquial, trajo a la congregación de las hermanas de la Caridad a Guadalajara, favoreció a las Religiosas Adoratrices, trabajó en la Acción Católica y, como anteriormente había hecho en Astorga, ejerció un importante apostolado social entre los obreros. También, fundó el periódico “Lumen”, distribuido gratuitamente. Al estallar la Guerra Civil, el día 21 de Julio de 1936 fue requerido para administrar los sacramentos a varios heridos en el Hospital. A primera hora del día siguiente, se inició el ataque de las tropas procedentes de Madrid. Conquistada Guadalajara, al atardecer, hubo peligro de asalto e incendio de la iglesia de Santiago, que finalmente se llevó a término. Pero D. Francisco, su hermana y su sobrina pasaron al contiguo Hotel Iberia, hoy Hotel España, buscando seguridad. En este hotel, también, se hallaban refugiados ya los hermanos D. Julio María y D. Eulogio Cascajero, párroco de Santa María y capellán de las Carmelitas,
respectivamente, igual que D. Feliciano Sánchez, párroco de Marchamalo. Poco les duró el refugio, porque el 23 de Julio el hotel fue incautado por los milicianos, lo requisaron y lo ocuparon, de modo que los cuatro sacerdotes, con la hermana y sobrina de D. Francisco, tuvieron que refugiarse en la casa rectoral de la parroquia de Santiago. Al día siguiente fueron las milicias de la F.A.I. a la iglesia para hacer un registro. Al pedirles la documentación, ninguno negó su condición de sacerdote. Tras un registro minucioso del despacho, la sacristía y la iglesia, quisieron llevárselos detenidos, pero al parecer, por insinuación de los Guardias de Asalto, también presentes, fueron disuadidos de ello, no obstante fueron advertidos de que no se movieran de allí. Pasaron varios días sin novedad. Los sacerdotes celebraban la Santa Misa cada día, rezaban el rosario y meditaban sobre la muerte. Varias personas los visitaron, aconsejándoles que huyeran. D. Francisco se negó siempre diciendo: “Tengo que estar al frente de mi iglesia y velar por ella”. Lo mismo dijeron los otros tres, aceptando la muerte, si Dios les destinaba al martirio.
El domingo, 9 de Agosto de 1936, celebraron la Santa Misa por la mañana. Por la tarde, mientras rezaban el Oficio Divino sobre el martirio de San Lorenzo, llegó el Alcalde con otras autoridades preguntando por D. Francisco. Éste salió, hablaron y se marcharon, sin más. Un cuarto de hora después, llegaron seis milicianos armados preguntando, también, por D. Francisco, a quien cachearon, mientras lo apuntaban con un fusil. Le dijeron: “Está detenido”. Preguntó él: “¿Con qué autorización?”. Respondieron: “Lo sabe el gobernador y el alcalde”. El mismo día 9, los hermanos Cascajero abandonaron la casa parroquial, y, D. Feliciano el día 10.
D. Francisco se despidió de su hermana y su sobrina, y, les recomendó mucha que tuvieran mucha fortaleza. Al cabo de unas horas la familia supo que había ingresado en el depósito del cementerio de Marchamalo. Era el día 9 de Agosto de 1936, cuando este sacerdote fue fusilado recibiendo más de cuarenta disparos. Algunas mujeres de Marchamalo bajaron a ver el cadáver para ridiculizarlo y pisotearlo. D. Francisco fue enterrado en el cementerio de Guadalajara según consta en la inscripción del Registro Civil de la capital, el día 10 de Agosto de 1936. Tres días después, la iglesia de Santiago fue saqueada, y, las imágenes, arrastradas por las calles.
Tanto en la capital, donde ocurrieron estos lamentables sucesos, como en toda la comarca circundante, su fama de martirio es manifiesta, y por ello, el pueblo cristiano pide su canonización.
respectivamente, igual que D. Feliciano Sánchez, párroco de Marchamalo. Poco les duró el refugio, porque el 23 de Julio el hotel fue incautado por los milicianos, lo requisaron y lo ocuparon, de modo que los cuatro sacerdotes, con la hermana y sobrina de D. Francisco, tuvieron que refugiarse en la casa rectoral de la parroquia de Santiago. Al día siguiente fueron las milicias de la F.A.I. a la iglesia para hacer un registro. Al pedirles la documentación, ninguno negó su condición de sacerdote. Tras un registro minucioso del despacho, la sacristía y la iglesia, quisieron llevárselos detenidos, pero al parecer, por insinuación de los Guardias de Asalto, también presentes, fueron disuadidos de ello, no obstante fueron advertidos de que no se movieran de allí. Pasaron varios días sin novedad. Los sacerdotes celebraban la Santa Misa cada día, rezaban el rosario y meditaban sobre la muerte. Varias personas los visitaron, aconsejándoles que huyeran. D. Francisco se negó siempre diciendo: “Tengo que estar al frente de mi iglesia y velar por ella”. Lo mismo dijeron los otros tres, aceptando la muerte, si Dios les destinaba al martirio.
El domingo, 9 de Agosto de 1936, celebraron la Santa Misa por la mañana. Por la tarde, mientras rezaban el Oficio Divino sobre el martirio de San Lorenzo, llegó el Alcalde con otras autoridades preguntando por D. Francisco. Éste salió, hablaron y se marcharon, sin más. Un cuarto de hora después, llegaron seis milicianos armados preguntando, también, por D. Francisco, a quien cachearon, mientras lo apuntaban con un fusil. Le dijeron: “Está detenido”. Preguntó él: “¿Con qué autorización?”. Respondieron: “Lo sabe el gobernador y el alcalde”. El mismo día 9, los hermanos Cascajero abandonaron la casa parroquial, y, D. Feliciano el día 10.
D. Francisco se despidió de su hermana y su sobrina, y, les recomendó mucha que tuvieran mucha fortaleza. Al cabo de unas horas la familia supo que había ingresado en el depósito del cementerio de Marchamalo. Era el día 9 de Agosto de 1936, cuando este sacerdote fue fusilado recibiendo más de cuarenta disparos. Algunas mujeres de Marchamalo bajaron a ver el cadáver para ridiculizarlo y pisotearlo. D. Francisco fue enterrado en el cementerio de Guadalajara según consta en la inscripción del Registro Civil de la capital, el día 10 de Agosto de 1936. Tres días después, la iglesia de Santiago fue saqueada, y, las imágenes, arrastradas por las calles.
Tanto en la capital, donde ocurrieron estos lamentables sucesos, como en toda la comarca circundante, su fama de martirio es manifiesta, y por ello, el pueblo cristiano pide su canonización.