López Muñoz, Joaquín Epifanio


JOAQUÍN EPIFANIO LÓPEZ MUÑOZ

Párroco de la Villa de Salmerón
Era natural de Cuenca, y nació el 17 de Abril de 1883. Era hijo de Félix López Martínez y Magdalena Muñoz Castellanos. Cuando estalla la Guerra Civil, era párroco de la villa de Salmerón, provincia de Guadalajara, y gozaba de general simpatía entre las personas de este pueblo, pues era trabajador y celoso en el cumplimiento de su deber, sin intervenir para nada en los asuntos políticos.

Los marxistas se adueñaron del pueblo en Julio de 1936, y persiguieron a las personas de orden, negándole el salvoconducto al sacerdote, aunque le hicieron falsas promesas de respeto y ayuda. D. Joaquín, temiendo por su vida, durante el día estaba en el campo, alimentado por personas buenas del pueblo; no podía huir, debido a su delicada salud. El día 1 de Septiembre llegó a Salmerón una cuadrilla de milicianos aragoneses, y, ante la denuncia de que no se había matado al cura del pueblo, decretaron su muerte.

Don Joaquín, siéndole negado el refugio en las casas del pueblo, se escondió, en la presa de un molino de harina conocido como “El Molino del Palomar”, sumergiéndose en el agua, con la cabeza fuera. Mientras tanto, los milicianos, al no encontrarlo, publicaron un bando en el que decían que “debían salir todos los vecinos del pueblo a buscarlo y, que si en alguna casa se encontraba, serían fusilados, todos los de la casa, junto con el cura”. Salió un gran número de hombres en busca del sacerdote, hasta que, finalmente, fue descubierto, ya en la madrugada del día siguiente, en la presa, a un kilómetro de la villa.

Uno de ellos, al verle, en señal de gozo y de triunfo, le disparó con la escopeta y le hirió en la cabeza. D. Joaquín fue sacado de la presa y conducido al pueblo entre aclamaciones, burlas, vejámenes, sarcasmos e insultos de toda clase, llevándolo a la plaza Mayor para parodiar una corrida de toros, mientras la banda de música municipal amenizaba el espectáculo, obligados por los milicianos; incluso, hasta llegaron a cortarle una oreja, en señal de triunfo.

Ante semejante tropelía, el médico titular, exponiendo como argumento el cumplimiento de su deber, logró convencerlos para poder limpiarle la sangre, curarlo y vendarle las heridas. Después de todo esto, los milicianos, decidieron acabar con él, y montándolo en una camioneta, herido como estaba, fue llevado, el mismo día 2 de Septiembre de 1936, a las cuatro de la tarde, al término municipal de Peralveche, provincia de Guadalajara, donde le fusilaron, llegando el salvajismo de los asesinos, a la mutilación del cadáver. D. Joaquín entregó su vida por Cristo, confesando su fe y siendo fiel a su sacerdocio.

Antes de marcharse los milicianos ordenaron a las autoridades de Peralveche que no enterraran el cadáver, sino que lo arrastraran por el campo y lo dejaran para que las aves lo destrozasen. Pero las citadas autoridades haciendo caso omiso de la orden, le dieron sepultura. En el Registro Civil de la villa de Salmerón está inscrita la defunción el día 12 de Febrero de 1940, en la que se refleja que su cadáver recibirá sepultura cristiana en el cementerio de Viana de Mondéjar. Tanto en la villa, donde ocurrieron estos lamentables sucesos, como en toda la comarca circundante, su fama de martirio es manifiesta, y por ello, el pueblo cristiano pide su canonización.