Gómez Bajo, Juan Bautista
JUAN BAUTISTA GÓMEZ BAJO
Párroco de Valdepeñas de la Sierra
Nació en Santa Olalla, provincia de Toledo, el día 14 de Febrero de 1906. Era hijo de Santiago Gómez y Eugenia Bajo. Fue bautizado en la parroquia de San Julián, de su pueblo natal, el día 21 del mismo mes y año, por D. Julián Arroyo, coadjutor de la misma, siendo su padrino su tío, Tomás Gómez. Fue Ordenado Sacerdote en Toledo el día 15 de Febrero de 1931.
Ejercía como párroco de Valdepeñas de la Sierra, provincia de Guadalajara, cuando estalló la Guerra Civil. El día 25 de Julio de 1936, festividad del Apóstol Santiago, llegaron al pueblo varios milicianos lo que retrajo a la feligresía de asistir a la Santa Misa, pues sólo asistieron alrededor de diez personas. Al terminar de celebrar la Santa Misa, los milicianos requisaron las laves de la Iglesia y, antes de abandonar aquel pueblo, mataron a uno de los dos médicos que vivían allí, Antonio Cánovas. Los vecinos del pueblo, después de este incidente, acompañaron a D. Juan Bautista a Tortuero, pueblo próximo a Valdepeñas. Cuando llegaron allí, enterado el alcalde de lo sucedido, decidió esconder al sacerdote en las parideras de las cabras que había en el campo. Y allí, proporcionándole mantas y ropa para dormir, le subió la comida durante los meses de Agosto a Octubre. Llegado el mes de Noviembre, dado que era imposible continuar en aquel refugio por las inclemencias de tiempo, D. Juan Bautista le comunicó al alcalde su deseo de entregarse personalmente a la Guardia Civil.
A pesar, de que tuvo ocasión para huir a la zona nacional por la proximidad geográfica, decidió volver a Valdepeñas para conocer el paradero de su madre y de su hermana, que permanecieron en la casa parroquial cuando él se ausentó. Allí, le capturaron los milicianos y quisieron fusilarlo enfrente del local de la Cámara Agraria, pero algunos vecinos se opusieron, de modo que decidieron llevarlo a la Cárcel Provincial de Guadalajara y encarcelarlo. Allí se encontró con muchos otros sacerdotes. El día 6 de Diciembre de 1936, por la tarde, la aviación nacional bombardeaba Guadalajara. Los milicianos, enfurecidos por este hecho, asaltaron la cárcel y fusilaron a todos los detenidos, comenzando por los sacerdotes. En la capital de Guadalajara, sigue muy vivo el recuerdo de este trágica ejecución, y, por ello, el pueblo cristiano alcarreño, considerando mártires a todos los que fueron inmolados en estas circunstancias, pide su canonización.
Ejercía como párroco de Valdepeñas de la Sierra, provincia de Guadalajara, cuando estalló la Guerra Civil. El día 25 de Julio de 1936, festividad del Apóstol Santiago, llegaron al pueblo varios milicianos lo que retrajo a la feligresía de asistir a la Santa Misa, pues sólo asistieron alrededor de diez personas. Al terminar de celebrar la Santa Misa, los milicianos requisaron las laves de la Iglesia y, antes de abandonar aquel pueblo, mataron a uno de los dos médicos que vivían allí, Antonio Cánovas. Los vecinos del pueblo, después de este incidente, acompañaron a D. Juan Bautista a Tortuero, pueblo próximo a Valdepeñas. Cuando llegaron allí, enterado el alcalde de lo sucedido, decidió esconder al sacerdote en las parideras de las cabras que había en el campo. Y allí, proporcionándole mantas y ropa para dormir, le subió la comida durante los meses de Agosto a Octubre. Llegado el mes de Noviembre, dado que era imposible continuar en aquel refugio por las inclemencias de tiempo, D. Juan Bautista le comunicó al alcalde su deseo de entregarse personalmente a la Guardia Civil.
A pesar, de que tuvo ocasión para huir a la zona nacional por la proximidad geográfica, decidió volver a Valdepeñas para conocer el paradero de su madre y de su hermana, que permanecieron en la casa parroquial cuando él se ausentó. Allí, le capturaron los milicianos y quisieron fusilarlo enfrente del local de la Cámara Agraria, pero algunos vecinos se opusieron, de modo que decidieron llevarlo a la Cárcel Provincial de Guadalajara y encarcelarlo. Allí se encontró con muchos otros sacerdotes. El día 6 de Diciembre de 1936, por la tarde, la aviación nacional bombardeaba Guadalajara. Los milicianos, enfurecidos por este hecho, asaltaron la cárcel y fusilaron a todos los detenidos, comenzando por los sacerdotes. En la capital de Guadalajara, sigue muy vivo el recuerdo de este trágica ejecución, y, por ello, el pueblo cristiano alcarreño, considerando mártires a todos los que fueron inmolados en estas circunstancias, pide su canonización.