Blas Sevilla, Bernardo


BERNARDO BLAS SEVILLA

Coadjutor de la parroquia de San Nicolás el Real de Guadalajara
Era natural de Cañizar, provincia de Guadalajara, y nació el día 20 de Agosto de 1884, a las cinco de la tarde. Era hijo de Florentino Blas Díaz, y de Bruna Sevilla Espinar, natural de Almazán, provincia de Soria. Fue ordenado sacerdote, en Toledo, el día 11 de Agosto de 1907, por el Cardenal Sancha y Hervás.

Fue capellán del cementerio municipal de Guadalajara desde el día 9 de Marzo de 1917, en que tomó posesión del cargo, hasta el 31 de Diciembre de 1931. Trabajó mucho en el barrio de la estación, para que se pudiera terminar de construir la primera capilla, bajo la advocación de la Sagrada Familia, que bendijo el Sr. Cardenal de Toledo, D. Pedro Segura. Al comienzo de la guerra civil de 1936, D. Bernardo era coadjutor de la parroquia de San Nicolás el Real de Guadalajara. El clero de esa parroquia estaba integrado, además, por el cura-párroco, D. Vital Villarrubia Díaz-Maroto, por el, también, coadjutor D. Félix Herráiz Martínez, y por el recién ordenado sacerdote, D. Alejandro Martínez Somolinos, que esperaba su primer destino.

Estando D. Bernardo en su domicilio, se presentaron cuatro individuos desconocidos, y se lo llevaron. Fue asesinado, a las once de la noche del día 5 de Agosto de 1936 en el número siete, frente a su casa, en la antigua carretera de Zaragoza de la ciudad de Guadalajara, aunque su cuerpo fue encontrado al día siguiente en Cuatro Caminos. Le quitaron las zapatillas, algo nuevas, que llevaba puestas, y doce pesetas que llevaba en el bolsillo; el dinero se lo gastaron en vino aquellos que le quitaron la vida, en la taberna, hoy desaparecida, llamada “Tío Ricardo”. Fue inscrita su defunción en el Registro Civil de Guadalajara el día 7 de Agosto de 1936, donde consta que su muerte fue consecuencia de heridas por armas de fuego. Por su condición de sacerdote, D. Bernardo entregó su vida a Cristo, y su cadáver fue inhumado en el cementerio de Guadalajara. En esta ciudad, y, en su pueblo natal, entre familiares y amigos, sigue muy vivo su recuerdo y su fama de mártir de Cristo, por lo que piden su canonización.