Olarieta Crespo, Germán
GERMÁN OLARIETA CRESPO
Presidente del Tribunal de Menores de Cuenca y veterano de la Adoración Nocturna
Nació, en Cuenca, el día 28 de mayo de 1894. Casado con Aurelia González Escudero. Tenía siete hijos: Antonio, Dolores, Miguel, Juliana, Germán, Socorro y Antonio. Era maestro, oficial de prisiones y presidente del Tribunal de Menores.
Don Germán era veterano de la Adoración Nocturna, instructor de la juventud Franciscana, secretario de la Asociación de Padres de Familia, socio de la conferencia de San Vicente de Paúl, miembro de varias cofradías, periodista y corresponsal de la prensa católica.
En todas partes actuaba como quien era: católico de piedad profunda, activo sin descanso, honrado sin sombra de mancilla, apacible y candoroso, que a todo el mundo complacía y sólo hacía bien. Como era oficial de prisiones en la cárcel, todos los presos lo alababan y siempre le guardaban cariño. La persecución religiosa llegó a su persona. La misma tarde del día en que fue asesinado, al despedirse de su esposa y de sus hijos, que iban a rezar el Santo Rosario como de costumbre, cuando fue detenido, les dijo: “Yo, no solo rezo el Rosario sino también otras cosas por la salvación de España”.
Cuando los milicianos lo sacaron de la cárcel, adivinando la intención que tenían de asesinarlo, se despidió de sus compañeros de cárcel con estas palabras: “¡Adiós, hasta la eternidad!”. Pocos minutos después, resonaron los tiros del martirio. Murió asesinado el día 15 de agosto de 1936, a las doce de la noche, en el camino de San Isidro, cerca de la cárcel de Cuenca, por ser católico y por odio a la fe. En Cuenca se recuerda su muerte y es considerado mártir de la Iglesia Católica.
Don Germán era veterano de la Adoración Nocturna, instructor de la juventud Franciscana, secretario de la Asociación de Padres de Familia, socio de la conferencia de San Vicente de Paúl, miembro de varias cofradías, periodista y corresponsal de la prensa católica.
En todas partes actuaba como quien era: católico de piedad profunda, activo sin descanso, honrado sin sombra de mancilla, apacible y candoroso, que a todo el mundo complacía y sólo hacía bien. Como era oficial de prisiones en la cárcel, todos los presos lo alababan y siempre le guardaban cariño. La persecución religiosa llegó a su persona. La misma tarde del día en que fue asesinado, al despedirse de su esposa y de sus hijos, que iban a rezar el Santo Rosario como de costumbre, cuando fue detenido, les dijo: “Yo, no solo rezo el Rosario sino también otras cosas por la salvación de España”.
Cuando los milicianos lo sacaron de la cárcel, adivinando la intención que tenían de asesinarlo, se despidió de sus compañeros de cárcel con estas palabras: “¡Adiós, hasta la eternidad!”. Pocos minutos después, resonaron los tiros del martirio. Murió asesinado el día 15 de agosto de 1936, a las doce de la noche, en el camino de San Isidro, cerca de la cárcel de Cuenca, por ser católico y por odio a la fe. En Cuenca se recuerda su muerte y es considerado mártir de la Iglesia Católica.