Peláez Plaza, Rafael

  

RAFAEL PELÁEZ PLAZA

Coadjutor de Utiel
Nació, en Honrubia, Cuenca, el día 19 de marzo de 1907. Estudió en el Seminario de Cuenca, recibiendo el Orden Sacerdotal el año 1931. Desde muy joven sintió la llamada al sacerdocio. De su vocación hablaba con insistencia a su familia, que era muy piadosa y aprobaban la decisión del niño. Antes de ingresar en el seminario, ya se percibía en él que su vida iba a ser ejemplar, pues rezaba todos los días el Santo Rosario y tenía tierna devoción a la Virgen María. A la muerte de su padre, creyendo que sus esperanzas de estudiar para sacerdote se iban a desvanecer, escribió una carta al antiguo cura de su pueblo, pidiéndole que se interesase por su ingreso en el seminario, pues si no se realizaba su deseo, le sería imposible vivir.

En el Seminario destacó por su piedad, aplicación al estudio, respeto a los superiores y por su caridad con los compañeros. Su conducta humilde y apacible, disciplinada y recta, se basaba únicamente en motivos religiosos, pues sólo pretendía agradar a Dios nuestro Señor y prepararse para el sacerdocio. La nota característica de su vida, en el Seminario, fue la devoción a la Santísima Virgen y a la Eucaristía, y entre sus virtudes, destacó especialmente por la generosidad y el espíritu de sacrificio. Una vez ordenado sacerdote y destinado a la parroquia de Utiel, se distinguió por su piedad y prudencia en sus deberes sacerdotales. Dirigía la catequesis de los niños, interesándose por su formación. Repartía limosnas a los obreros enfermos. Sus compañeros sacerdotes de la parroquia tenían un concepto muy elevado de la santidad de su vida.

Al iniciarse la Guerra Civil española y cuando arreciaba la persecución religiosa, estaba en Utiel de Coadjutor. El día 7 de julio de 1936, se encontraba en su despacho, leyendo la vida del P. Pro, martirizado en Méjico, y dijo: “¡Qué hermoso es el martirio...!, ¡Si el Señor nos lo concede, tenemos que recibirlo con gusto, no sólo porque siempre hay que estar conforme con su voluntad, sino porque a cada uno le lleva por el camino que más le conviene, y en sus planes entrará que el medio para su salvación sea el martirio!... qué medio más rápido de ir al Cielo!”.

Los mismos milicianos, después de haberlo asesinado, para justificar su muerte, no encontraban razón ni pretexto alguno, fuera de su carácter sacerdotal. Algunos alegaban su simpatía y el aprecio en general; otros decían que por haber celebrado la Misa después del día 18 de julio... Lo cierto es que fue asesinado únicamente por ser sacerdote y por odio a la fe, por lo que siempre gozó de fama de martirio. Murió asesinado el año 1936, sólo por ser sacerdote y por odio a la fe de Cristo. Según la Causa General y el acta de defunción, se dice que fue asesinado el 2 de agosto de 1936 en el término de Garaballa (Cuenca).