Huerta Bono, Félix
FÉLIX HUERTA BONO
Párroco de Mira
Nació en Puebla de El Salvador, Cuenca, el día 20 de noviembre de 1876. Sus padres llamados Julián y María murieron muy jóvenes. Félix quedó huérfano de madre cuando contaba veintidós años y, dos años después, moría su padre, viviendo, desde entonces bajo la tutela de su tía materna Tomasa Bono Lorente. Tuvo tres hermanos, Francisco, hemipléjico, Anastasio que murió a los diecinueve años, y Josefa, cuando tenía diez. Fue confirmado al cumplir los trece años por el Obispo Dr. D. Juan María Valero. Estudió varios años en el seminario Menor de Almodóvar del Pinar, pasando después al Seminario de Cuenca, donde terminó los estudios sacerdotales, recibiendo el Orden Sacerdotal el año 1905. Fue nombrado Ecónomo de Arcos de la Sierra, Cuenca. Después desempeñó el ministerio sacerdotal de la forma siguiente: En el año 1917 fue Párroco de El Peral; en 1918 Párroco de Puebla de El Salvador y el año 1930 fue nombrado Párroco de Mira, donde fue víctima de la persecución religiosa.
“Fue eminentemente ejemplar su actuación como sacerdote en todas las parroquias que tuvo a su cargo, siendo extremado su celo por la salvación de las almas”, afirman quienes le conocieron. Cuidó de forma especial la catequesis de los niños, preocupándose por las vocaciones sacerdotales. Fruto de esta inquietud, ingresó en el Seminario Rafael Ruiz Correa.
Cuando la persecución religiosa iba arreciando, el 29 de julio de 1936, con un salvo conducto facilitado por las autoridades revolucionarias, se trasladó a su pueblo natal, Puebla de El Salvador. Su persecución personal la inició un grupo de milicianos del pueblo, animados y en unión con otros de la “Columna del Rosal”, el 7 de noviembre de 1936. Lo tuvieron detenido y encarcelado en el pueblo hasta que, el 12 del mismo mes, lo trasladaron a Cuenca, encarcelándolo en la “Hacienda Vieja”. Allí permaneció hasta que el día 18 de diciembre lo asesinaron, al caer la tarde, junto a las tapias del cementerio de Cuenca, donde fue enterrado en fosa común. Antes de morir, perdonó a los asesinos y pidió a Dios por el bien de España.
Murió asesinado en Cuenca el día 18 de diciembre de 1936 por ser sacerdote y por odio a la fe católica. Al acabar la Guerra Civil, sus restos mortales fueron trasladados al cementerio de su pueblo natal. Cuentan testigos oculares que el cuerpo se encontraba incorrupto a pesar de que habían pasado varios años. Tiene fama de mártir y el pueblo le ha dedicado una calle, conservando con mucho cuidado la casa donde nació y vivió.
“Fue eminentemente ejemplar su actuación como sacerdote en todas las parroquias que tuvo a su cargo, siendo extremado su celo por la salvación de las almas”, afirman quienes le conocieron. Cuidó de forma especial la catequesis de los niños, preocupándose por las vocaciones sacerdotales. Fruto de esta inquietud, ingresó en el Seminario Rafael Ruiz Correa.
Cuando la persecución religiosa iba arreciando, el 29 de julio de 1936, con un salvo conducto facilitado por las autoridades revolucionarias, se trasladó a su pueblo natal, Puebla de El Salvador. Su persecución personal la inició un grupo de milicianos del pueblo, animados y en unión con otros de la “Columna del Rosal”, el 7 de noviembre de 1936. Lo tuvieron detenido y encarcelado en el pueblo hasta que, el 12 del mismo mes, lo trasladaron a Cuenca, encarcelándolo en la “Hacienda Vieja”. Allí permaneció hasta que el día 18 de diciembre lo asesinaron, al caer la tarde, junto a las tapias del cementerio de Cuenca, donde fue enterrado en fosa común. Antes de morir, perdonó a los asesinos y pidió a Dios por el bien de España.
Murió asesinado en Cuenca el día 18 de diciembre de 1936 por ser sacerdote y por odio a la fe católica. Al acabar la Guerra Civil, sus restos mortales fueron trasladados al cementerio de su pueblo natal. Cuentan testigos oculares que el cuerpo se encontraba incorrupto a pesar de que habían pasado varios años. Tiene fama de mártir y el pueblo le ha dedicado una calle, conservando con mucho cuidado la casa donde nació y vivió.